Ref. 6869
Autor: Trigo, Felipe
Idioma: Español
Editorial:Renacimiento (Madrid)
1921
12X18 cm.
347 páginas. Tapas duras, algunas anotaciones a tinta de la época. Buen estado.
Luego que ganaron el puerto tornaron a ver el sol, que declinaba
en un dilatadísimo celaje de oros y de púrpuras. Era una infinita
sábana de nubes avellonadas, color de sangre, finamente festoneadas
por la luz del astro y que se prendían a él, dejando a la derecha
un claro cielo verde de nitidez maravillosa. Debajo abríase la
enorme extensión ondulada de los valles, perdiendo en dorada niebla
la fronda de sus dehesas, de sus olivares, de sus viñas, de sus
huertas y sus tierras de cultivo. Un río, allá en el fondo,
reflejaba en sus serenas tablas las lumbres del crepúsculo, y no muy
lejos de la falda de la sierra veíase un caserío agrupado en torno
de una torre cuya esbelta caperuza de pizarra parecía también
saludar con sus llamas de reflejo a los viajeros.
-¡Palomas! -se apresuró el Cernical a indicar-. Velayí
el pueblo, que paice que se toca con la mano. Pues tavía no hamos
andao ni la mitad.
Lo miraron todos desde dentro.
-¡Que pequeño! -opuso Nora la primera.
Y Jacinta y su marido, extasiados por el hermoso panorama
comentaron:
-¡Que bonito!
-Chiquirriquitín -cedió el carrero-, sí, qué concho, que lo
es; pero a güeno y a bonito no hay por to er contorno quien le
gane. Ahí van ostés, don Esteban, a viví lo mesmo que en la
gloria. Ni enfermos que curá va usté a tené, que apuesto yo que no
haiga más salú ni onde la crían!
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